Hubo un tiempo en el que para ver
una película de Terrence Malick había que esperar años. Entre el estreno de
Días del cielo y el de La delgada línea roja pasaron, por ejemplo, veinte. Una larga y tediosa espera. Aunque algunos
de sus seguidores dirán que ahora que está haciendo películas como churros le
salen exactamente eso, churros. No seré yo quien reniegue aquí de el árbol de la vida, que me fascina y molesta casi a partes iguales, pero según parece su
último proyecto fue recibido con todo menos agrado en el pasado festival de Venecia. No, amigos, no es que me haya confundido de blog, aunque no parezca descabellado
tratándose de un lunes a primera hora. Ya sé que este es el de cocina y no el de cine, pero lo que quería era poner un ejemplo de que la paciencia es una
gran virtud, queridos lectores, tanto si eres un fan de Malick como si eres un
caramelizador de cebollas ortodoxo.
Y no decimos ortodoxo porque seas
seguidor de sacerdotes de largas barbas en Grecia, ni porque odies a Pussy Riot
en Rusia, o vivas recluido en el mismísimo monte Athos, sino porque esta receta
de hoy es la forma más pura de caramelizar cebolla, sin añadidos ni aderezos,
todo hecho a base de paciencia y los propios azúcares que la cebolla contiene
en si misma. La receta está basada en esta del blog Lazy Blog, que es aún más
purista porque no le añade ni nuestro poquito de sal final. La otra diferencia es
que allí dicen 30 min y yo necesité casi una hora. Pero vale la pena el tiempo invertido,
aunque de una gran cantidad de materia prima consigamos unos gramos
de esta auténtica golosina, que se puede utilizar en multitud de preparaciones.
Otro día haremos una versión más rápida que también tiene su punto, pero hoy
toca la versión purista. Sin azúcar añadido. Ortodoxa.
Pues nada, ármate de paciencia y vamos allá:
Ingredientes (para 150 gr de producto final):
3 cebollas grandes (600 gr aprox)
Un buen chorro de aceite de oliva virgen extra (70 ml aprox)
1 chorrito de agua (unos 50 ml)
1 pizca de sal.
Preparación:
1. Pon música.
2. Pica la cebolla en Juliana.
3. Pon el aceite en una cacerola o sartén alta, a fuego medio.
4. Cuando esté caliente, añade la cebolla.
5. Baja el fuego al mínimo y deja que se vaya haciendo, removiendo de vez en cuando.
6. Sigue con la cebolla en el fuego. Remueve de vez en cuando. Evita que se queme. Observa cómo se va oscureciendo. Con paciencia.
7. Cuando la cebolla esté ya dorada (habrán pasado unos 50 minutos), añade el agua y una pizca de sal, sube el fuego y remueve.
8. Remueve con vigor unos minutos más hasta que se evapore toda el agua y la cebolla esté uniformemente dorada.
9. Retira de la sartén y déjala en un colador si ves que tiene exceso de aceite.
10. Úsala a tu antojo: Caliente, fría, con queso, con pescados, ...
Pues te doy un truco extra. A los 10 minutos, añade un pellizco de bicarbonato y verás como se acelera el proceso.
ResponderEliminarQuedará más puré porque el bicarbonato provoca una reacción, la cebolla suelta su agua y se pone un poco amarilla. Luego al evaporar el resultado es el mismo pero los hilos o hebras están algo más deshechos, pero la textura y sabor son los mismos.
La diferencia es que los 40-50 minutos se pueden reducir a unos 20.
El truco es de Iñigo Aguirre del blog Umami Madrid
Un truco muy interesante. Lo tendré en cuenta para futuras veces, pero esta vez quería que se quedaran los trozos más enteros y como lo hice en un domingo por la tarde, pus no tenía prisa. Muchas gracias por la aportación!
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