viernes, 30 de noviembre de 2012

Sopa fácil de cebolla

A pesar de que en Juego de Tronos los pesados de los Stark estén todo el rato recordándonos que se acerca el invierno y aunque últimamente me encuentro esta canción de Mumford & Sons por todas partes, otra vez este año nos han vuelto a pillar desprevenidos los primeros fríos. Y cuando llegas helado a casa porque por la mañana has salido con la misma chaquetilla ligera que ayer te sobraba, te dan ganas de gritar, como en aquel viejo y emblemático anuncio de los noventa: ¡quiero una sopa! 

Pues vamos con una sopa. Una sencillita y reconfortante basada en un ingrediente humilde entre los humildes pero lleno de posibilidades: la cebolla. Y sí, puede que te haga llorar, pero piensa en el momento de cortarla como en un buen descongestionante y un tratamiento más que contrastado contra los catarros de otoño.

La receta mítica de esta sopa de cebolla acaba con unos pedazos de pan de hogaza y queso rallado por encima, y gratinada en el horno. En verdad es tan fantástica como suena, pero hoy la vamos a hacer un poco más simple y un poco (pero solo un poco) más ligera. Las cantidades que damos dan para dos raciones competentes, pero el día que la hice yo me la metí entera entre pecho y espalda y pasé de segundos platos. Pero es que yo soy un poco tragaldabas.

Como es de origen francés, nosotros le respetamos la mantequilla, pero se puede sustituir por aceite. Además de esta, admite muchas variantes. Podéis triturarla o no, añadirle o no el huevo, ponerle algún tipo de pasta o sémola, jugar con las especias. Podéis añadirle un chorrito de nata o derretirle un poco de queso de untar. Hacedla a vuestro gusto, pero hacedla. Ya veréis como es una forma estupenda de terminar un día de invierno. 


Pues vamos a ponernos a ello:

Cantidades aproximadas:

300 gr de cebolla
50 gr de mantequilla
1/2 litro de agua (o caldo)
sal, nuez moscada, tomillo
2 huevos

Preparación:

1. Pon música y corta la cebolla en juliana fina.
2. Derrite la mantequilla en una cacerola.
3. Echa 1 a 2. Añade sal y rehoga, tapado y a fuego lento, durante una media hora.
4. Remueve de vez en cuando. Evita que se pegue.
5. Suma el agua o el caldo. Añade un sutil toque de nuez moscada y otro de tomillo.
6. Deja que hierva, lentamente, otra media hora larga. Prueba. Rectifica de sal si lo ves necesario.
7. Aparta del fuego y tritura con la batidora, en la misma olla.
8. Vuelve a poner al fuego. Cuando hierva, añade los huevos con cuidado de que no se dispersen mucho.
9. Espera unos minutos hasta que cuaje la clara de los huevos mientras la yema se mantiene líquida.
10. Tomátela inspirando sus vapores. ¿Quien dijo frío? 

2 comentarios:

  1. Yo prefiero ponerle un poco de queso gruyere cuando se sirve en el plato con una tostada de pan. El queso se funde y le da una textura y una dimensión nueva al plato.

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  2. Me parece una gran idea, Rubén. La probaremos!

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